domingo, 16 de diciembre de 2018

MASA MADRE, FÚTBOL, BOBADAS MÍAS.

En mi casa paterno-materna siempre había un diario, El Norte de Castilla —excepto los lunes, que no se publicaba y era sustituido por "La hoja del lunes", que venía a ser como un periódico deportivo, en el que José Luis Parra, "Parrita", compañero de trabajo de mi padre en la caja de ahorros, firmaba las crónicas del Pucela—. Lo traía papá a la hora de comer, y había tortas para ser el segundo lector. Le vigilábamos para que nadie se adelantase, cosa que le ponía nervioso. Yo pensaba que el nombre del periódico era injusto porque, en aquellos tiempos, Santander era la provincia más al norte de la vieja Castilla y la niña mimada de la región, con su playa del Sardinero, que nos hacía felices a los de tierra adentro. No debía de serlo tanto, porque se escindió y acabó formando su propia autonomía, Cantabria, mal que les pese o que el Revilla no se canse de regalar anchoas de Santoña. Me parecía más adecuado llamarlo "el centro de Castilla". Tardé en entender el sentido de "norte". 
Ya emancipado, seguí la tradición de comprar el mismo diario, pero un día me dio por cambiar, hasta que me harté de "El mundo" —me ponía de mala leche— y regresé al redil. Uno se independiza hasta cierto punto.
Ansúrez y Corebo firmaban crónicas (no sé si se trataba de la misma persona, Félix Antonio González); Javier González contaba las pocas gestas del Pucela, que yo contrastaba con mi opinión de espectador en el viejo Zorrilla, al que asistía con mi padre y mi hermano para ver al San Andrés, Sabadell, Palencia, Rácing (de Santander), Burgos, hasta el año 80, el del ascenso*. Luego vinieron los buenos: el Madrid de Santillana, el Barcelona de Quini, el Valencia de Kempes... Vi a Landáburu y Cardeñosa con la albivioleta y otras posteriores (yo tenía un 10 pegado a la mía) y sólo me faltó que Borja, mi ídolo del colegio y del Pucela, hubiera venido con la del Madrid (con la de la selección juvenil lo vi contra Rumanía). Que un chico, que corría de lunes a viernes por el mismo patio de brea que yo, lo hiciera sobre el césped de Zorrilla los domingos, era un lujo y un ejemplo. Mi hermano, que había compartido vestuario con él cuando cadete y juvenil, lo miraba entre la admiración y la envidia. 
El año pasado, cuando me encontré con Borja en una entrega de premios —el mismo que he obtenido en esta convocatoria—, me preguntó por mi hermano y se interesó por si alguno de mis sobrinos había salido buen futbolista, como el padre, que se perdió la oportunidad de probar con el Valladolid porque su entrenador no le avisó de la convocatoria —hay que ser cabrón y cosas peores para jugar con la ilusión de un crío—, resentido por una revolución de los jugadores ante alguna afrenta en forma de alineación caprichosa. Incluso algunos de estirpe de futbolistas, como Morro y Saso, se le pusieron en pie de guerra al pobre diablo, que no pasó de pegar patadas en el promesas. Luego me puse a su lado para la foto, aunque Borja no lo sospeche.
Toda esta divagación dominical viene, aunque parezca coña, porque he leído en el semanal del Norte que un actor desayuna pan hecho de masa madre, que debe de ser la madre que parió a todos los panes que en el mundo han sido y son, y leche muy caliente con café muy caliente, que si no le da algo malo en la tripa, un "chungo".
Se me antoja que éramos más felices cuando el pan era pan, sin apellidos modernos, y que mis padres han sido mi masa madre. Que me conformo con desayunar cada mañana, ya sea leche fría o caliente, pan de molde, galletas maría o magdalenas (perdón, cupcakes). Y que mi padre y yo habríamos sido aún más felices viendo a mi hermano jugar un rato en Zorrilla. Y Fernando hijo, ni te cuento.
No me hagáis caso. Como hasta ahora, vamos.
PS.- * Gracias al omnipresente ff por tomarse la molestia, haciendo un paréntesis entre sus múltiples quehaceres, de enviarme un guasap para advertirme de mi error. Dura lex, sed lex. O sea: las correcciones de los amigos siempre son bienvenidas. De los enemigos también, pero no es el caso.