La semana pasada conté una anécdota, no pasó de esa categoría, de mínima relevancia. Después de releer mi entrada, para que quedase claro, añadí una postdata explicativa, por si algún lector interpretaba erróneamente el texto. Ayer, cosas del destino, tuve la fortuna de caer en manos de funcionarios del sector salud, subsector (o suprasector, según se mire) urgencias. Podría incidir en el hecho de que estuve cuatro horas en los pasillos de dos hospitales esperando a que atendieran a mi hija, y una hora más recibiendo atención médica, pero no sería justo sacarlo de contexto. Los recortes siguen siendo patentes, no hay duda, pero los profesionales de la salud, con ojeras, cuatro manos, agotados ("ellos lo eligieron, que se jodan", dirán algunos) se esforzaron por atendernos sin perder la amabilidad. Como nosotros, habría no menos de doscientas personas, entre enfermos y acompañantes, esperando pacientemente (también es un mérito) atención inmediata. No hay un solo "pero" que poner: desde las recepcionistas hasta el vigilante jurado, pasando por el celador, el MIR, el maxilofacial, la jefa de servicio y enfermeras, todos, sin excepción, mostraron una conducta excepcional, aunque cobren menos, trabajen más y les toque lidiar con pacientes a los que seguramente les afectaron los recortes, las cláusulas suelo, las subordinadas o preferentes, los ERES y el largo etcétera de putadas que nos han ido cayendo, sin contar lo más importante: que estaban enfermos.
Lo mejor de un país como el nuestro es que lo forman personas venidas de todos lados con sus peculiaridades, esas que en lugar de separar unen (a lo peor se nos olvidó la historia, si es que alguna vez la conocimos). Las salas de espera parecían los pasillos de la ONU: chinos, africanos de diferente tostado, españoles ídem, americanos de origen (o no) hispano, y qué sé yo. Por desgracia la enfermedad nos pone exactamente en el mismo lugar: humanos todos, al fin y al cabo. Quizá sea una suerte que haya algo que nos haga bajar del burro de la aparente superioridad.
Gracias a Toño Cano, Laura Hernández y Laura Fernández, José Miguel Redondo, Jorge Vallejo y al resto de personal (no hay categorías, porque todos suman) por cuyas diestras (quizá zurdas) manos fuimos pasando.
Confío en que ahora que tenemos un gobierno de minorías absolutas no habrá otra que ponerse de acuerdo y las cosas irán a mejor. Ya era hora.
Y que conste: no soy funcionario, sino miembro de ese espacio intermedio o tierra de nadie llamado "concertada". Será por eso que entiendo perfectamente a ambos grupos.
PD.- Mi hija, bastante asustada, se sorprendió por lo bien que la trataron. Le dije: si eres amable lo serán contigo, quizá no todos, pero sí la inmensa mayoría. Y se impuso la mayoría absoluta, que aquí sí importa, vale y sirve.
Más PD.- De justicia es mencionar que esto sucedió en Arturo Eyries y el Hospital Río-Hortega, pero estoy seguro de que en cualquier otro sería igual.
Más PD.- De justicia es mencionar que esto sucedió en Arturo Eyries y el Hospital Río-Hortega, pero estoy seguro de que en cualquier otro sería igual.
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