domingo, 3 de julio de 2022

CHORRADAS


Desordenada como suele estar mi cabeza, en la que se coló un saltamontes o una saltamontas acelerada y nerviosa, saldrá esta entrada. 

Uno desconoce los mecanismos que nos hacen conciliar el sueño y los otros, los que nos joden la noche, aunque vaya teniendo cierta idea. A las dos y cuarto, mientras me fumaba el último cigarrillo, me dio por jugar al WORDLE con tildes. Entre las casi cincuenta mil palabras con seis letras que dice la sabia red que hay en castellano, por alguna extraña circunstancia se me ocurrió una esdrújula. Acerté a la primera. Creo en las casualidades, pero esta, por probabilidad, se sale de ese concepto. Apurando el cigarrillo, me dio por pensar si habría alguna conexión desconocida y me llevé el pensamiento a la cama. 

Un sí o un no, blanco o negro, en principio dan un 50%. Las consecuencias, por desgracia, no aseguran un 50% de éxito. Decir me quedo o me voy, entro o salgo, lo cojo o lo dejo pueden ser un todo o nada a partir de la decisión que se adopte. Me pregunto si algún hilo invisible o rojo me une a alguien que estaba pensando en la misma palabra a la misma hora, minuto arriba o abajo, o pensando en mí cuando me dio por escribirla. Estuve tentado de proponer a mis allegados que resolviesen el acertijo, por ver si alguno de ellos también lo resolvía a la primera.

Tiendo a la autoflagelación, y admiro a quienes asumen los errores, o simplemente no los ven, y siguen su camino sin mortificarse. Yo me obstino en analizar cada metedura de pata, no por sufrir sino por aprender. También pienso en quienes me flagelan, en sus motivos, en su vida, y con ellos suelo ser más comprensivo que conmigo. Veo justificaciones para ellos que para mí no tengo. Parecerá que me he salido del tiesto, pero mis razonamientos tienen reglas caprichosas. Me acuesto con una duda, no necesariamente importante, y no concilio el sueño. La sertralina no hacía milagros. El milagro se produce cuando empiezas a graduar los problemas: si realmente lo son; si la solución —si la hay— depende de ti; si fastidiaste a alguien —o alguien te fastidió— adrede o sin querer; si, en definitiva, merece la pena perder las horas nocturnas de descanso o es mejor esperar al día siguiente, no a que se arreglen solos sino a verlos a la luz con otra perspectiva que no sea la del agotamiento, cuando el cerebro se obstina en jugar al frontón y el saltamontes no descansa. Unos días es un asunto de calado y otros, los más, una nadería como encontrar la solución de un juego al primer intento. Ya me gustaría dar con la solución de problemas serios a la primera.

Aún hoy sigo preguntándome de dónde vino el soplo que me hizo pulsar las seis letras. Vaya usted a saber. Me acompañó durante la noche y así sigo. Otras dudas se irán resolviendo a lo largo del verano, que tiene muchas horas de luz. Si no, al menos las noches en vela serán más cortas. 



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