Mi padre me enseñó a ceder el paso a las mujeres, abrirles la puerta, pedir permiso para ayudarlas con las bolsas y esperar a que me ofreciesen su mano o su mejilla para saludarlas con el diferente grado de confianza que ellas mostrasen. En su trabajo era un firme defensor de la valía de las mujeres, que me consta que le apreciaban como compañero. Entonces se consideraba "un caballero" a quien tenía tal comportamiento.
Hoy, al salir del kiosko donde suelo comprar el diario, coincidí con una joven. Al ver mis manos ocupadas con la bolsa de la compra en una y el periódico en la otra, se apartó para dejarme paso, al tiempo que me daba los buenos días con una sonrisa encantadora. Me sonaba su cara de haberla visto en alguna otra tienda.
—Pasa, por favor —le dije. —Tratarla de usted me pareció excesivo, más que por su edad por lo que me fastidia que lo hagan conmigo.
Luego salí hacia la panadería. Ya dentro, abrí la puerta a una mujer con las manos ocupadas igual que yo un rato antes, para facilitar su salida. Me dio las gracias.
—No hay de qué, señora.
En el portal me abrió la puerta una vecina. Por suerte no había ninguna feminista cerca para censurar mi actitud. ¿Serían sus gestos, los de la chica del kiosko, la señora de la panadería y mi vecina microfeminismos?
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