(He dudado antes de escribir la palabreja última del título, pero el DRAE, pese a cocretas y almóndigas que han perdido sus comillas, no su rebozado, sigue siendo infalible -más o menos como el Papa-).
Así como Newman protagonizó "El color del dinero", la del Oscar -en inglés no lleva tilde-, que era sólo buena comparada con la primera, "El buscavidas", se dejó en el tintero la secuela de "El premio", que puestos a estirar valdría más que las castañas de Star Wars "por-el-número-que-se-lleguen" o "Regreso al futuro", de las que es fan mi amigo -también galardonado- Alfonso.
Resulta que la semana previa a los fastos anduve (dentro de poco "andé", como la "marimorená", si la RAE lo estima oportuno) un poco revuelto. Cosas que pasan. Decidí donar -poca donación- la pasta, y se lo comuniqué a uno de los miembros del jurado, Santiago Hidalgo, al que le pareció buena idea. Cuando lo anunciaron después de mi nombre, como diría Mafalda, empezó el acabóse, y se rompieron los hilos del guiñol. Así, desmadejado, acudí a estrechar la mano de Íñigo Torres, presidente de la Asociación de la Prensa Deportiva de Valladolid, el cual aguantó el chaparrón de procedencia desconocida con deportivo estoicismo. Lo bueno y malo de poner buena cara al mal tiempo es que nadie se explica, ni mis amigos del congreso de observadores de nubes, por qué coño descarga la tormenta cuando el cielo está aparentemente despejado. Yo sí, pero no puedo controlarlo.
Hace años me prometí -suelo romper mis "autopromesas"- que donaría la mitad de cualquier premio que recibiera en concurso. Era un propósito ventajista, porque hace mucho que no enviaba relatos. Venía a ser un brindis al sol, como el chiste del escocés que aspiraba a ser miembro del partido comunista:
-Si tuviera usted una casa ¿la donaría al partido?
-Por supuesto.
-¿Y un coche?
-Sin dudarlo.
-¿Y una vaca?
-Ejem, es que vaca sí tengo.
Así que cuando me comunicaron que tenía un tercero, o un ternero, me acordé de mi promesa y como era poca tela opté por regalar la pieza entera por si daba para un chaleco.
Como me llego por el segundo chupito de whisky ya he perdido el hilo -mi esposa dice que sin alcohol también lo pierdo y no puedo quitarle la razón-.
(Pausa para atender a mi sobrino Javier, que suele llamarme cuando está en el coche -con el manos libres, que no es delito, creo- y el camino se le hace muy pesado).
Este año ya he tenido muchos regalos de Reyes -por lo que no pediré nada-, a saber:
La paga de los veinticinco años, menos descuentos que la dejan en una extra engordada.
Salud.
Mucho amor.
Nuevas amistades:
Todos los de Tag Time.
Verónica, la novia del otro Alfonso, que me picó para escribir más.
Bolos -no benéficos- con el Cuarteto Muzikanten.
Un nuevo seguidor del blog, al que me une el recuerdo de un DX7 como el de Stevie Wonder. Bienvenido sea siempre un De La Plaza.
Un nuevo seguidor del blog, al que me une el recuerdo de un DX7 como el de Stevie Wonder. Bienvenido sea siempre un De La Plaza.
Más cosas que no se cuentan.
Releo y compruebo que una vez más he parido un texto deslavazado tirando a caótico. El tintero virtual de mi ordenador sigue bullendo, pero habrá más.
Pd.- A ver, que tampoco era para tanto. Y no estaba enfadado, sólo emocionado, por no decir con un cuajo de narices (casi todo en mi caso es por narices, pura genética).
Gracias a Toñín por su corte de pelo al 50% (de corte y de descuento) para recibir el galardón.
Gracias a Toñín por su corte de pelo al 50% (de corte y de descuento) para recibir el galardón.
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