viernes, 11 de agosto de 2017

EUROJACOBEO 2017


El camino de Santiago, si alguna vez existió tal como lo cuentan, se ha convertido en los últimos años en atracción turística, un parque temático que se prolonga desde cualquier sitio, según apetencias. Dios o el propio apóstol me libren de juzgar a nadie, que uno es libre de ir donde quiera por el motivo que se le antoje. Si la fe mueve montañas, aquí, donde no se exige fe y se contempla el supuesto "por motivos personales", se mueven montes y en muchos casos depresiones. 
Hace dos semanas, en mitad de una siesta, me invitaron por wasap a participar como coche de apoyo. La somnolencia traicionera pronunció un "sí" tan creíble que el viernes pasado no encontré excusa para apearme antes de Sarria. Mi cometido era bien sencillo: conducir. A falta de librillo oficial, fui sellando mi diario, más bien nocturnario, que se quedó en diez páginas con logo y apenas tres escritas sin más objetivo -aparte del de mi cámara- que matar las horas de espera. La casualidad y/o el destino quisieron que en el segundo tramo me encontrara con una persona a la que conocía sólo por la tele. Ella no estaba por la labor de dejarse reconocer, pero mi hábil interrogatorio acabó por hacerla confesar. Una vez desvelada su identidad, muy a su pesar, lancé mi bomba definitiva para desarmarla.
-Tengo algo en casa que hace más de dieciséis años pasó por tus manos. 
Abrió los ojos, sorprendida y claudicante.
Gala León fue tenista profesional, una de las buenas de España y de entre las treinta mejores del mundo. Aprovechando su laxitud de cinco horas andando, que por lo visto dolían más que las mismas corriendo y pegando a la bola con la zurda, ora plano, ora liftado, ora cruzado, ora paralelo, le solté el relato a bocajarro.
-Tengo una camiseta de Indian Wells, año 2001, con tu firma y las de otras tenistas. Mi amigo Juan Ignacio -primo de una de las firmantes- me la dio de tu parte. 
Tardó poco en reconocer a mi amigo pero la memoria no le daba para mucho más mientras pedía una Mahou cinco estrellas de un tercio en tierra de Estrella de Galicia, que esta chica madrileña va contracorriente. 
-Para que te firmaran, dijiste que era para un amigo tuyo que era deficiente.
Gala se defendió como si al otro lado de la red estuviera la Graff.
-Yo firmaba todo lo que me pasaban.
Tuve que explicarle, recordarle, que inventó la historia para evitar el hastío de sus rivales, aburridas de tanto autógrafo que no fuera para firmar el cheque.
-No, mujer. Metiste la camiseta y contaste aquello para contentar a un desconocido que, dieciséis años después está tomando una cerveza contigo.
Gala, Alejandra -su compañera de viaje-, Fernando, Ángel y yo comimos en el restaurante de su albergue hasta casi la hora de la merienda, y Jerry, su yorkshire terrier, apuró las sobras. Tan eufórico me encontraba que hasta pensé en comprarle uno a mi hija. 
Hasta llegar a Santiago nos vimos a ratos y allí nos despedimos con abrazos y besos. 
De lo que me contó, aunque daría para ser invitado de "Sálvame" -a donde ella ha evitado acudir- semana tras semana y retirarme de la docencia, no pienso soltar prenda, aunque me dio permiso. Lo que sucede en el Camino se queda en el Camino. Sólo diré que ahora miro y veo a los deportistas como seres más humanos, con sus debilidades que cada uno suple como le parece. Y que ya no soy fan de Conchita, ¡ea!
Pd.- Por algún extraño motivo, el blog se niega a dejarme poner la foto de la camiseta firmada. Lo haré en cuanto me deje. Gracias a Gala y Alejandra, su luminosa sombra, por permitirme su publicación. Y para Jerry, guau, guau.

PS.- Y a Jana Novotna, Magüi Serna, Lindsay Davenport, Paola Suárez, Arantxa Sánchez Vicario, Vivi Ruano y otras cuya firma no reconozco pero se prestaron a autografiar la camiseta que Juan Ignacio compró, pensando ellas, con su buena fe, que lo hacían por un chaval con deficiencias (¿quién no las tiene?), también mi agradecimiento.

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