No pertenezco a esa raza que lee un libro dos veces, por más que me haya gustado. Hay tanto por leer que me parece una pérdida de tiempo. Andaba esta tarde echando un ojo a mi biblioteca particular, por mirar entre los muchos a los que aún no he hincado el diente, y apareció uno que me recomendó mi amigo ff, al hilo de una charla sobre lo políticamente correcto. Según me comentaba aquel día, un grupo de teatro buscaba un cuento tradicional para adaptar a las tablas. La tormenta de ideas, brainstorming en dialecto moderno y anglófilo, que vienen a ser lo mismo, acabó en bronca: cada uno de los títulos propuestos se encontraba con algunos actores críticos con el mensaje sexista, clasista o ...ista de cada libro. Parece que sacar las cosas de su contexto histórico suele traer estas consecuencias. Uno de los miembros del grupo teatral, James Finn Garner, decidió por su cuenta reescribir algunos cuentos como Caperucita, Los tres cerditos y etcétera. Así nació "Cuentos infantiles políticamente correctos", con el fin de liberar de prejuicios a los niños -razón que se adivina de coña marinera tras leer la contraportada-. En vista del éxito, se animó a publicar otros dos más, que yo sepa.
Mi búsqueda de esta tarde ha dado un fruto inesperado: entre la cubierta y la primera página de este libro había un sobre rojo y dentro de él sesenta euros. Mi cabeza ha comenzado a buscar al autor de la dádiva de entre quienes lo tuvieron prestado, pero casualmente este librito ha salido y regresado varias veces y no soy capaz de recordar en cuántas manos ha caído. Mientras forzaba la memoria se me iba ocurriendo el argumento para escribir algo, un relato breve, como suelen ser los míos, tan sensibles a mi pereza, relacionado con el hallazgo. Sesenta euros no coinciden con ninguna propina, ninguna cuenta pendiente ni otra cantidad señalada en mi mente. Todo lo que puedo hacer es darle las gracias a quien de esa forma tan elegante quiso saldar una supuesta deuda, si era el caso. Que sepa que desde ahora mismo estamos en paz. Ya publicaré en qué he invertido los tres billetes azules, que para eso ideas no me faltan.
Me temo que el argumento para escribir algo empieza y termina en este blog, lo cual no es poco después de un mes sin contar nada.
Pd.- Si alguien demuestra que se le cayó el sobre sin querer y aún lo anda buscando, que me lo comunique. Será un placer devolvérselo... con los billetes dentro, claro.
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